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Ahora que se va el legendario Bola #8 conviene lo presenten ante un juez para que rinda declaraciones sobre los asesinatos de alcaldes, sus presuntas alianzas con el crimen organizado y los negocios, moches y chantajes que le dejaron cuantiosa fortuna a la vuelta de un lustro.

Esto no es de que se va luego de que Cuitláhuac lo mandó a la “berenjena”, tal como califica el periodista Armando Ortiz.

Es algo más.


 

Es la historia negra del infausto sexenio de Cuitláhuac García. Es la sangre derramada por este vengativo funcionario de alma negra quien colgado a su presunta afrodescendencia quiso ser el gobernador a sangre y fuego.

Es el abuso de autoridad.

Son sus amenazas cumplidas. Su harem de sirvientes y sirvientas que desde los puestos clave de la procuración y consumación de la justicia llevaron a la cárcel a mil 200 enemigos personales y del régimen.

Es la victimización y revictimización de gente inocente alcaldes, exalcaldes, regidores, legisladores, políticos y de partidos opositores y críticos del gobierno a los que exterminaron por órdenes suyas.

Es por los atentados feminicidas, las balaceras a cielo abierto, la permisividad para los Cárteles en donde nunca quedó claro que hasta familia tenía incrustada.

Es, en efecto, el cumplimiento del mandato de Palacio Nacional, al que sumó su cosecha gestando en Veracruz un ambiente de terror.

Su peor error.

Fue enfrentarse a quien lo creo. A la que lo hizo Frankenstein, a la zacatecana Rocío Nahle a quien osó disputarle la candidatura no sin antes echarle un pedazo de excremento en la cara al declarar que él fue quien la llevó con López Obrador, algo así como no le debo nada y yo la inventé. 

Ello consumó la ira presidencial que en afán alburero ayer le mostró la cuarta, la reata, la berenjena… el ¡Ya valiste! 

Y es que fueron muchas: 

La desobediencia a la orden presidencial, el no acatar la línea sucesoria, el brincarle y encarar a la madrina y colocarse en una peligrosa posición que, de seguir adelante, le arrebataría la candidatura a la zacatecana y en una de ellas, consumaría su propia victoria al pretender consumar una elección de estado.

Urge, por tanto, sea llamado a cuentas.

Tal como se ha hecho con otros gobernantes y funcionarios del pasado, Eric Cisneros debe rendir declaraciones ante los que hasta hoy fueron sus aliados para cumplir la vieja consigna de que muerto el rey ¡Viva el rey!

No es nada más que se vaya a la ver gatos.

Y… tú sigues Cuitláhuac.

Tiempo al tiempo.

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