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ESPECIAL

El amanecer en la comunidad de Frijol Colorado, Perote, trajo consigo un hallazgo escalofriante, como una macabra repetición de horrores que parecían haberse asentado en esta región de Veracruz. Dos cuerpos yacían sin vida, abandonados cerca de las Granjas Carroll, un nombre que se ha convertido en un triste referente en la crónica negra de la zona.

Eran campesinos quienes, en su rutina diaria, tropezaron con la escena de muerte. Los cuerpos, amordazados con cinta canela, atados de pies y manos, mostraban huellas evidentes de una violencia despiadada. En el silencio del campo, sólo los murmullos de los testigos rompían la calma, mientras el aire fresco del amanecer se llenaba con la ominosa presencia de lo inevitable.


 

Los cuerpos se encontraban a escasos metros de la carretera, un camino que durante la madrugada había sido cómplice silencioso del traslado de esos cadáveres, ahora inertes, a la vista de todos. Los campesinos, visiblemente consternados, acudieron de inmediato al Agente Municipal, quien alertó a la Policía Municipal de Perote. La maquinaria de la justicia se puso en marcha, aunque para aquellos dos hombres ya no habría vuelta atrás.

Este macabro descubrimiento resuena aún más fuerte por el eco de un hallazgo similar apenas unos meses atrás, en mayo. En ese entonces, dos cuerpos también fueron encontrados en la misma zona, víctimas de un secuestro ocurrido en la colonia Azteca de Perote. Hoy, la sombra de la violencia vuelve a caer sobre Frijol Colorado, un lugar donde la vida y la muerte parecen entrelazarse en una danza macabra que no encuentra final.

Las autoridades locales se enfrentan ahora al sombrío deber de esclarecer este nuevo episodio de violencia, en un territorio donde la muerte parece haber encontrado un hogar inquietante. Mientras tanto, la comunidad de Perote, sacudida por el horror, se pregunta cuánto tiempo más deberán vivir bajo el espectro de la inseguridad y la impunidad.

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