
Su tiempo terminó. Ya es hora de que se vaya de verdad y permita que México avance con base en realidades, no en fantasías endebles
Por eso, personajes cuestionados como Hugo López-Gatell —el “zar” de la pandemia de Covid-19, que minimizó muertes, negó la utilidad del cubrebocas y despreció la evidencia científica—, y Juan Antonio Ferrer, exdirector del fallido Insabi, gozan de premios y cargos internacionales, blindados por el mismo régimen que prometió barrer la corrupción “de arriba para abajo”, pero que terminó protegiendo a los suyos.
A usted no le importa haber mentido tantas veces. La democracia no se respeta —y hoy se ve coartada con acordeones—; el huachicol sigue —más caro y sangriento que nunca—; su estrategia de seguridad no funcionó —y por ello no se mantuvo—; los asesinatos no cesan y los desaparecidos van al alza; la refinería de Dos Bocas no refina; el AIFA no termina de despegar; el salario mínimo no alcanza; la salud pública se desplomó entre desabasto criminal y negligencia; y la deuda moral con miles de familias rotas es impagable. Y la lista continúa.
Ahí está la presidenta, Claudia Sheinbaum, intentando sortear su legado de errores con poco margen de maniobra, garantizando su impunidad y cuidando que ni usted ni su círculo cercano rindan cuentas. Hoy México arrastra promesas incumplidas, obras inconclusas y miles de vidas afectadas por sus terquedades.
EX —sí, con mayúsculas— presidente: no se aferre. México necesita cerrar este ciclo de odio y polarización que usted convirtió en estrategia. Necesitamos sacudirnos a los caudillos y empezar de nuevo, con instituciones fuertes, ciudadanos críticos y un liderazgo que no viva de resentimientos ni de pasados gloriosos que nunca existieron.
Su tiempo terminó. Este país no es suyo: nos pertenece a todos los mexicanos. Ya es hora de que se vaya de verdad y permita que México avance con base en realidades, no en fantasías endebles.
Usted quería pasar a la historia: ya lo hizo, pero no como soñó. Por muchos será recordado por la división, la simulación y la traición a la esperanza.
@azucenau
EL UNIVERSAL