Ciudad de México.- El descarrilamiento del Tren Maya en Izamal, ocurrido este martes, volvió a poner en la mira un tramo marcado por corrupción y tráfico de influencias. Es el mismo en el que los amigos de Andy López Beltrán, hijo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, hicieron negocios con balasto defectuoso, pieza clave de la vía férrea.
El primer accidente en ese punto ocurrió el 25 de marzo, cuando otro convoy se detuvo en la ruta Mérida–Cancún, a la altura de Tixkokob, una estación antes de Izamal. Ambos percances corresponden al Tramo 3 de la ruta Palenque–Centenario, adjudicado a Grupo Indi, empresa favorita en los gobiernos de Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador.
Ese tramo, según reportajes de Latinus, fue escenario de operaciones de “El Clan”, una red de negocios y sobornos ligada a los hijos del expresidente, Andy y Gonzalo “Bobby” López Beltrán, que colocó miles de metros cúbicos de piedra sin certificación de calidad.
El balasto, sobre el que descansan las vías del tren, fue vendido al proyecto por Amílcar Olán, contratista de Morena y amigo íntimo de los López Beltrán. Para avalar la operación, sobornaron a los laboratorios que debían realizar las pruebas físicas y químicas del material.
En las conversaciones obtenidas por Latinus, Pedro Salazar Beltrán, primo de los López Beltrán, se burla del riesgo: “Ya cuando se descarrile el tren, ya va a ser otro pedo”, dijo.
El descarrilamiento de este martes no dejó muertos, pero sí pasajeros heridos. Y confirmó lo que las investigaciones habían documentado: la seguridad quedó en segundo plano frente a los negocios multimillonarios.
Grupo Indi, constructor señalado, acumula 66 mil millones de pesos en contratos durante los gobiernos de Sheinbaum y López Obrador. El vínculo clave: Luis Francisco Deyá Oropeza, actual subsecretario de Obras en la Ciudad de México, que ha alternado entre cargos públicos y el consorcio constructor.
En 2020, cuando Deyá trabajaba para Grupo Indi, el Fonatur le entregó la construcción del Tramo 3: 172 kilómetros entre Campeche y Yucatán. Hoy, ese mismo tramo es el más accidentado desde que el proyecto arrancó en diciembre pasado.
El Tren Maya, la obra insignia del sexenio obradorista, se convirtió en símbolo de otra cosa: corrupción, impunidad y vidas en riesgo.
