
ESPECIAL
Teuchitlán, Jalisco.- Van con la esperanza en los ojos. Con la angustia atorada en la garganta. Con el miedo convertido en un llamado de auxilio. Van con fotos de hijos desaparecidos, con nombres escritos en cartulinas, con rezos mudos en los labios. Van porque no pueden dejar de buscar.
El rancho Izaguirre las recibe con su silencio. Con sus pisos barridos, con sus galeras limpias, con sus espacios vacíos. Y entonces, el enojo, la rabia, la frustración.
—Está todo limpio. Está barrido.
Lo dicen con desesperación. Lo repiten una y otra vez. Como si al decirlo pudieran cambiar lo que tienen enfrente: un sitio donde tal vez alguien sufrió, donde tal vez alguien gritó pidiendo ayuda, donde tal vez alguien dejó su última señal de vida. Pero hoy no hay rastros. Hoy es solo un espacio limpio. Como si nunca hubiera pasado nada.
Los medios de comunicación caminan por el lugar. Cientos de reporteros, cámaras, micrófonos. Fotografían, preguntan, graban. En la galera, donde se presume que jóvenes reclutados pasaban las noches, ya no hay huellas de su estancia. El campo de tiro, dicen, fue alterado.
—Es una burla para nosotras.
Las palabras son de una madre que ha venido desde lejos. De Colima, de Zacatecas, de Nayarit, del Estado de México. Como ella, muchas han recorrido kilómetros con la única esperanza de encontrar algo. Pero hoy, en este rancho convertido en espectáculo, no hay respuestas.
—Venimos a buscar a nuestros hijos, no a visitar un museo.
La indignación crece. Exigen que alguna autoridad les explique qué se hizo, cómo se trabajó, qué encontraron y qué falta por revisar. Pero no hay voces oficiales. Solo ellas. Solo su dolor. Solo su lucha.
En la Ciudad de México, la presidenta Claudia Sheinbaum asegura que la Fiscalía General de la República tomará el caso y que, si hay funcionarios responsables, se les investigará.
Pero aquí, en el rancho, en la tierra de Teuchitlán, las madres no esperan discursos. Siguen buscando. Porque no pueden hacer otra cosa.