Ese es el México que vemos: el que deja a sus bebés envueltos en bolsas sobre el asfalto, y al mismo tiempo olvida a los hijos desaparecidos, obligando a sus madres a buscarlos con pico y pala en cerros y desiertos; el mismo México que niega medicinas a sus niños enfermos
En días recientes hemos visto noticias que rompen el alma: bebés abandonados en distintos rincones del país. Dolor, impotencia, tristeza y un mar de emociones nos atraviesan mientras nos preguntamos: ¿Cómo es posible? ¿Quién podría dejar a un hijo así? La pregunta golpea, porque duele aceptar que esto ocurre en nuestro México.
Las razones son profundas y muchas veces invisibles, pero no por ello menos graves. ¿En qué momento nos convertimos en un país incapaz de ofrecer una vida digna a sus hijos más pequeños? Cada abandono es el grito más desgarrador de una sociedad herida que parece haber olvidado su humanidad.
Somos también el país que deja sin futuro a sus jóvenes, condenándolos a caer en manos del crimen organizado, o el que asfixia a quienes sí encuentran un camino con su esfuerzo, obligándolos a pagar derecho de piso o a esconder su éxito para no ser despojados de lo que con tanto trabajo han construido.
Somos un país que ha banalizado la vida, en donde la dignidad parece ser ya solo una palabra bonita y no un derecho real. Somos el México en el que los periódicos se llenan de rostros de niños bajo la frase “se busca”, y donde madres y padres, quebrados por la pobreza, el miedo o la falta de apoyo, terminan enfrentados a sus propios hijos, dejando que la familia deje de ser refugio para convertirse en herida.
Lo que hoy vivimos es la consecuencia de haber perdido la brújula de los valores. Las autoridades hacen poco, y cuando actúan, casi siempre lo hacen tarde y sin rumbo. Pero me niego a creer que todo está perdido. Estoy convencida de que somos más los que soñamos con un México distinto: uno en el que los niños crezcan felices y plenos, en el que sus sueños no tengan fronteras y su futuro no dependa de la crueldad de otros. Un México en el que cada hijo, al mirarse al espejo, sienta orgullo de ser mexicano.
¡Viva México!
Laura Esquivel Torres
Senadora de la República
EL HERALDO DE MÉXICO
