
Xalapa, Ver.- La noticia corrió como pólvora. Primero fue un rumor en voz baja, luego un murmullo que sacudió la región montañosa central de Veracruz: Carlos Ranses Neri Rodríguez, aspirante del PVEM a la alcaldía de Paso del Macho, apareció muerto. Junto a él, su hermano Juan Daniel. Ambos habían desaparecido horas antes, sin dejar rastro, sin aviso, sin siquiera la oportunidad de una última llamada de auxilio.
El hallazgo ocurrió en un cañal del ejido Actopan. Un paraje solitario, de esos que el sol abrasa de día y la noche devora en sombras. Los cuerpos presentaban huellas de violencia. Un mensaje, un ajuste de cuentas, una advertencia.
Las autoridades llegaron pronto. Peritos, fiscales y policías ministeriales desplegaron el operativo de rigor. Tomaron muestras, levantaron evidencias, documentaron cada detalle. La Fiscalía confirmó la noticia y prometió justicia, pero en Veracruz las promesas suelen perderse entre expedientes sin resolver.
Un camino sin regreso
Los Neri habían sido vistos por última vez a bordo de un automóvil KIA. Su ruta final quedó registrada en un punto cercano a Camarón de Tejeda. Después, el silencio. Desaparecieron como desaparecen tantos en este país, sin testigos, sin certezas, con la angustia de una familia que espera respuestas que pocas veces llegan.
El próximo 1 de junio, Veracruz se alista para elecciones municipales. Los partidos están en plena pugna interna, el ajedrez político se mueve con rapidez. Pero en este tablero, las piezas caen de forma violenta.
Paso del Macho amanece hoy con dos ausencias irreparables y muchas preguntas sin respuesta. ¿Quién los mató? ¿Por qué? ¿Qué mensaje quisieron enviar con sus cuerpos abandonados entre el cañaveral?
Las investigaciones continúan. La indignación crece. Pero en Veracruz, como en tantos rincones de México, la violencia sigue marcando el calendario electoral. Y la impunidad, esa sombra que nunca se desvanece, acecha en cada esquina.