Montevideo, Uruguay.- José Mujica, expresidente de Uruguay, figura emblemática de la izquierda latinoamericana y símbolo global de la austeridad política, ha fallecido este martes a los 89 años, tras una larga enfermedad. El líder del Frente Amplio, conocido popularmente como “Pepe”, anunció en enero que el cáncer que padecía se había extendido por todo su cuerpo y que no se sometería a más tratamientos.
Mujica deja tras de sí una trayectoria política y vital marcada por la coherencia, el compromiso y la resistencia. Exguerrillero tupamaro, preso durante más de 14 años bajo la dictadura militar, fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, y conquistó a la opinión pública mundial por su estilo de vida austero y sus ideas humanistas, alejadas de la ostentación del poder.
“No vivas temblando frente a la muerte. Acéptala como los bichos del monte”, solía decir. Así afrontó sus últimos meses, tras una vida que asumió con naturalidad incluso en sus momentos más oscuros: desde los años de tortura y aislamiento en prisión hasta su llegada, sin renunciar a su historia, al más alto cargo del Estado.
De la lucha armada al liderazgo democrático
Nacido en 1935 en Montevideo, Mujica se incorporó desde joven a la militancia política. En los años sesenta fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una organización guerrillera de inspiración marxista. Herido de gravedad, capturado en varias ocasiones y protagonista de espectaculares fugas carcelarias, fue considerado “rehén” del régimen militar, que amenazó con ejecutarlo si su grupo actuaba de nuevo.
Liberado tras la restauración democrática en 1985, se integró al Frente Amplio y accedió a cargos legislativos. Fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca entre 2005 y 2008, y más tarde candidato presidencial. En 2009, ganó la presidencia con el 53% de los votos.
Durante su mandato, impulsó reformas sociales históricas, como la legalización del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la regulación estatal del mercado de marihuana. “No quería legalizarla, pero la prohibición fracasó. Era necesario quitarle poder al narcotráfico”, explicó años más tarde.
Un estilo que desafió los protocolos
Durante sus años en el poder, Mujica mantuvo un estilo de vida inédito para un jefe de Estado. Vivió en su modesta chacra a las afueras de Montevideo con su esposa, la exguerrillera y senadora Lucía Topolansky, sin servicio doméstico ni escoltas formales. Vestía sin formalismos, conducía su veterano Volkswagen escarabajo azul de 1987 y donaba buena parte de su salario a obras sociales.
“No soy el presidente más pobre. Pobres son los que necesitan mucho para vivir”, solía decir. Este estilo personal —sumado a discursos de hondo contenido ético, como el que pronunció en la cumbre de la ONU Río+20 en 2012— lo convirtió en una figura internacional reverenciada incluso fuera del espectro político.
“Este mundo está loco. Le sorprende lo normal”, comentó alguna vez ante la fascinación global por su sobriedad.
Popular y controvertido
Pese a su proyección internacional, Mujica no fue una figura exenta de polémica en su país. Fue criticado por el aumento del gasto público durante su administración y por no lograr reformas estructurales en áreas clave como la educación. Sin embargo, su legado está marcado por la estabilidad económica durante su gestión —con una media de crecimiento anual del 5,4%— y por su cercanía con la ciudadanía.
Sus discursos, a menudo cargados de reflexiones filosóficas sobre la vida, el amor o la muerte, lo alejaban del lenguaje habitual de la política. “Cada mañana pensá si lo que hiciste está bien o mal”, aconsejaba a los jóvenes. Su autenticidad le granjeó la simpatía de millones, aunque también le valió momentos desafortunados, como los comentarios despectivos sobre dirigentes argentinos o su crítica a la FIFA durante el Mundial de Brasil 2014.
Despedida de la política y últimos años
Tras dejar la presidencia, fue elegido senador, pero se retiró de la vida legislativa en 2020. “Me voy porque el virus me echó”, dijo entonces, aludiendo a la pandemia de COVID-19 y a su delicado estado de salud.
En los últimos años, participó activamente en la vida interna del Frente Amplio. Su última gran apuesta fue la candidatura de Yamandú Orsi, su heredero político, quien fue elegido presidente en noviembre de 2024. Mujica no integró listas, pero su movimiento, el MPP, obtuvo la mayoría parlamentaria desde el retorno democrático.
“No fui el que hizo más, pero dejé una barra que me supera con ventaja”, resumió.
Su muerte marca el final de una era para Uruguay y para una izquierda regional huérfana de referentes éticos. “Que me quiten lo bailado”, dijo tras conocer el avance de su enfermedad. Se fue fiel a sí mismo, aceptando el final sin dramatismos.
