En cualquier espacio parlamentario con conciencia democrática y un poco de decencia, así debería conducirse quien preside
Presidir el Senado de la República, es uno de los más grandes honores que puede tener un mexicano. Desempeñar tal encargo, es mucho más que ocupar una silla en el recinto legislativo, dirigir sesiones o representar al Senado en eventos oficiales. Más bien, presidir el Senado, es reconocer la pluralidad que representa una República, la búsqueda permanente de consensos para lograr el bien común, y la conducción imparcial que respete las voces de todas las expresiones.
En cualquier espacio parlamentario con conciencia democrática y un poco de decencia, así debería conducirse quien preside. Tristemente para el caso de México durante el último año no fue así, pero afortunadamente, la indigna presidencia de Noroña ha terminado, pero no deben olvidarse los abusos, las arbitrariedades y las repugnantes conducciones con las que pasará a la historia, pues él personificó los peores episodios de la Cámara Alta.
Su más reciente actuación, el altercado con el Senador Alejandro Moreno, es mucho más que los memes que llenaron las redes sociales y que los circos montados de victimismo. Ese espectáculo solo fue el culmen que evidenció lo que siempre fue la Presidencia de Noroña: soberbia, burla a la investidura e intolerancia a lo disidente.
Por supuesto que no acepto el uso de la violencia ni los agravios al recinto legislativo, pero el pleito con el Senador Moreno no puede borrar otros momentos de Noroña, aunque menos escandalosos, igual de vergonzosos: el abuso su posición para silenciar a la Senadora Lilly Téllez; la provocación al diputado Doring a quien retó a golpes; su actitud despótica de obligar a un ciudadano a pedirle disculpas; el acoso a periodistas como a Azucena Uresti, a quien expuso revelando su ex–domicilio, o a Ciro Gómez Leyva, a quien llamó “centavero”.
Por si fuera poco, su vileza no se limitó a gritos en el pleno o publicaciones en redes sociales, sino que abusando de su posición, olvidó la austeridad republicana de la que tanto presumen los funcionarios morenistas, y viajó en primera clase a Europa, obviamente, pagado con el dinero de los mexicanos; y si eso fuera poco, cerró con broche de oro su paso por la Presidencia, con un escándalo por la adquisición de una casa valuada en 12 millones de pesos, que de acuerdo a su declaración patrimonial, con su sueldo sería imposible pagar, e incluso, ejidatarios de Tepoztlán se han manifestado por posibles irregularidades en el predio, y el propio alcalde del municipio, ha señalado que el Senador ha incumplido con el pago de impuestos.
Un año fueron suficientes para que Noroña demostrara su miseria política y su poca calidad humana, aunque para ser sinceros, esto no debería de sorprendernos viniendo de un hombre que ha construido su carrera política con base en agresiones, insultos, confrontación hacia la discrepancia y el uso del escándalo como una estrategia de comunicación política.
Es claro que a Noroña le quedó grande la Presidencia del Senado, y hereda polarización y mezquindad a la nueva Presidenta. Confío en que la Senadora Laura Itzel Castillo, sepa reivindicar el honor de Presidir el Senado. El reto no es sencillo, pero México lo necesita.
Laura Esquivel Torres
Senadora de la República
EL HERALDO DE MÉXICO
