No hay razón para extrañarse del comportamiento del titular de La Comisión Estatal para la Atención y Protección de Periodistas (CEAPP), Luis Ramírez Baqueiro, portavoz de las advertencias y amenazas del gobierno de Rocío Nahle para todo aquel periodista que no se porte bien.
Muy claro el exordio a la prensa veracruzana para que se comporte “ética y profesional en su vida pública y privada contribuyendo a mantener la tranquilidad social en la entidad”.
Y digo que no hay por qué extrañarse de Baqueiro, quien transitó de locutor de radio a columnista y presunto moderador de opinión, ya que en realidad el hoy vocero del gobierno entrante siempre fue así.
Presente en la mente de este escribano en los albores del “Duartismo”, cuando me invitó a colaborar en la barra informativa vespertina “En Contacto” que se mantuvo al aire hasta que un buen día se le antojó al corrupto radiodifusor Carlos Ferraez dejar de apostar por la libertad de expresión y terminó expulsándome de la radiodifusora.
Sucedió aquel infausto 2012 cuando se registra el asesinato de la periodista Regina Martínez y de manera simultanea la masacre de otros colegas más, Gabriel Huge, Esteban Rodríguez, Guillermo Luna y Víctor Manuel Báez, allá por el 14 de junio.
Los contenidos noticiosos los preparaba la redacción y los comentarios y listado de entrevistas, el conductor.
Ello de tal suerte que, en el marco de tan señaladas muertes, imposible no dar cuenta de una noticia que no solo impactaba a Veracruz, sino que dio la vuelta al mundo.
Poco antes de la hora del inicio del informativo, Baqueiro me pidió no pasara al aire la noticia por instrucciones de Carlos Ferraez, a lo cual me negué rotundamente.
Tras el intento de instalarme ante los micrófonos y trasmitir, en abierto y agresivo rechazo de Baqueiro y otro enano que no recuerdo el nombre con quien estuve a punto de liarme a golpes decidí que, si no podía pasar esa noticia, tampoco tendría nada que hacer en lo futuro.
Decidí, por tanto, renunciar solicitándome justamente Baqueiro que, “de amigos, ahí quedará el pleito”, que no fuera a hacer escándalo en mi columna “Línea Caliente”, ni atacar a Ferraez o a la empresa.
Le di mí palabra.
Solamente le pedí que tampoco se hiciera escarnio de mi salida ni se distorsionara la razón de mi renuncia… y pues ¡quedamos!
Me retiré de la estación y no bien había llegado a casa cuando me entero que Baqueiro, tras el micrófono, me llenaba de improperios y calificativos “por instrucciones del jefe”.
Nuestra amistad terminó, sin embargo, persistió la relación a fuerza de tanto coincidir en el quehacer periodístico.
Ya para 2017 rumbo a la sucesión nos la jugamos en favor de Pepe Yunes siendo beneficiario directo el propio Baqueiro de parte del aspirante a gobernador en momentos en que al hoy moreno de hueso colorado le urgía patrocinio para el montaje de un estudio de trasmisiones por internet frente a su domicilio.
Se le atendió con largueza y discreción.
La amistad, relaciones y apoyo del político peroteño se manto hasta el año pasado. Baqueiro, sin embargo, se convirtió en Nahalista iniciando una escalada de agresiones e insultos a Pepe.
¿Por qué extrañarse, por tanto, de que ahora pretenda convertirse en la conciencia de la prensa veracruzana por la vía de la traición?
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo