Xalapa, Ver.- La bruma de la mañana en Xalapa poco a poco se disipa para revelar una verdad que late con intensidad detrás de sus edificios coloniales. A medida que las hojas del calendario giran hacia 2025, Veracruz se alza como uno de los estados con más desapariciones en México, flanqueado por Jalisco, Estado de México, Tamaulipas y Nuevo León según el Informe Nacional de Personas Desaparecidas elaborado por la Red Lupa.
En el conteo aterrador, mayo marca 7 mil 99 almas perdidas, un número de crudo reflejo casi idéntico al del año anterior. Veracruz, con sus playas surcadas por el oleaje y su tierra marcada por historias de resistencia, también carga con la estadística implacable. Veracruz puerto sorprende —y asusta— con su incremento del 220% en desapariciones en tan solo un año.
El análisis desnuda una problemática creciente. Veracruz puerto se tiñe de cifras alarmantes.
Dentro del drama, las sombras parecen especialmente alargarse sobre las mujeres y las niñas. Mil trescientas ochenta y tres han desaparecido en 2025, un eco que resuena casi idéntico al desgastado recuento de 2024. El trama femenino sigue en aumento, un 2% más que en el susurro de los días pasados, mientras que el país entero es testigo de un incremento abrasador.
La inquietud nacional refleja un ascenso general con Jalisco liderando, con más de 15 mil casos desmoronando los muros de la lógica. Entre el vértigo creciente de estos números, estados como Campeche y Yucatán se arriman al extremo opuesto, aunque nubes amenacen en Aguascalientes y Querétaro.
La neblina se asienta también sobre Xalapa, resignada en su papel secundario dentro de la pesadilla. El turismo no deja de fluir, ajeno a los rostros perdidos.
Cada décimo desaparecido en Veracruz es un menor de edad, y más de la mitad de ellos son niñas. Cinco nuevas desapariciones en pequeños vestidos rosados ensombrecen los primeros meses de este año. En el enigma de los ausentes, el grupo más vulnerado oscila entre 25 y 29 años, añadiendo una capa al dolor.
Mientras la realidad cruda se cierne con su manto gris, uno no puede dejar de imaginar los rostros detrás de las cifras y las historias que quedan por contar. El tiempo sigue su curso, pero queda el eco de quienes ya no están.
