Ciudad de México, CDMX.- Cuatro meses antes de que el reloj del poder marcara el final del sexenio, el legado del presidente Enrique Peña Nieto se tejía con contratos y decisiones que sembrarían sombras en su retirada. Sutilmente, como un acuerdo no anunciado, el gobierno del entonces mandatario concedió un contrato millonario a una empresa israelí, cuyo nombre resonaba en los pasillos del poder: propiedad de Uri Ansbacher, investigado por ofrecer presuntos sobornos al exmandatario mexicano. El nombre de Pegasus emergía en esta narrativa, como fantasma de la tecnología detrás del acuerdo.
El puntual dedo de la investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) señala con firmeza cómo en julio de 2018, “Air Cap SA de CV” se convertía en el vehículo que triangulaba la venta de Pegasus. Una empresa, mil millones de pesos, y dos administraciones, Peña Nieto y su homólogo en el Estado de México, Alfredo del Mazo.
La empresa acumuló millones en contratos de gobierno.
Las deudas no cesaron con el cambio de bandera. Fue en tiempos de Andrés Manuel López Obrador cuando el cofre del tesoro nacional finalmente saldó cuentas con la mencionada empresa. En un giro tal vez irónico del destino, el SAT etiquetaba en 2025 a la empresa israelí dentro de su lista de contribuyentes que simulaban operaciones con fines de evasión fiscal, lavado de dinero y desvío de recursos públicos.
El 30 de julio de 2018, el contrato administrativo selló la unión para el mantenimiento de tres helicópteros Kazan MI-17, formando parte de la flota aérea de la Policía Federal. La Secretaría de Gobernación lo enmarcó bajo razones de confidencialidad y seguridad.
La selección era delicada, entre las propuestas, sólo Air Cap y AviaBaltika de México cumplían con las altas exigencias. El acuerdo se extendió para navegar incluso el gobierno de López Obrador, con un eco de pendiente por 700,000 pesos.
La empresa extendió su sombra al nuevo gobierno. La Sedena mantuvo su llamado, invitándola a cotizar entre 2019 y 2020 con innegable constancia. Como río subterráneo, la relación comercial mantenía su flujo indeclinable, sumergida, inevitable como la historia misma.
Comenzó con el priista Peña Nieto y el morenista López Obrador le terminó de pagar.
