
Xalapa, Ver.- La tarde caía sobre Xalapa, pero el aire estaba cargado. La indignación, el hartazgo y el dolor avanzaban a paso firme por las calles. Mujeres de la marcha llegaron hasta las puertas del Tribunal Superior de Justicia. Ahí, frente al imponente edificio donde supuestamente se aplican las leyes y la justicia es su vértice, hicieron una denuncia: el sistema las ignora, protege a los agresores y las revictimiza.
Una joven toma el megáfono. Su voz tiembla, pero no se quiebra. “Estamos hartas de ver cómo se pasan los sobornos entre expedientes y apretones de manos”, dice. A su lado, otras mujeres asienten con la cabeza. “Años y años sin acceso a la justicia”, continúan. Hablan del Centro de Justicia para Mujeres (CEJUM), de su lentitud, de cómo exponen a niños y niñas en procesos de custodia y pensión alimenticia.
Entonces, Rosaura se adelanta. Sostiene con fuerza un cartel. En él, un nombre: Blanca Miriam Fragoso Herrera, jueza del Juzgado Décimo de lo Familiar. Su historia desgarra. Su hijo, un niño que aún no entiende de tribunales ni leyes, ha sido obligado a convivir con su padre, un hombre al que ella llama agresor.
—Consume drogas, alcohol. Nos amenaza con llevárselo.
Cuenta que el infierno comenzó en julio de 2024. Que ha presentado denuncias, pruebas, que ha acudido al CEJUM, que ha tocado puertas… pero la respuesta es siempre la misma: esperar.
—La jueza dice que él ya cambió. Que mi hijo es el problema. Que lo medique. Pero mi hijo no está loco. ¡Él no es el problema!
El murmullo entre las manifestantes crece. Algunas cargan carteles con rostros y nombres de jueces y agresores. Otras sostienen fotografías de sus hijas, hermanas, amigas, víctimas de feminicidio.
En un rincón, una joven rompe en llanto. Su historia es aún más terrible. Violación tumultuaria. Su propia pareja. La encubrieron. Nadie le ha dado justicia.
—No sé a quién recurrir. Nadie me ayuda.
Las consignas se intensifican. “El Estado es cómplice”, gritan.
Más tarde, la marcha se divide. Un grupo avanza hasta el Palacio de Gobierno. Ahí, la pregunta retumba en la explanada: “Si es tiempo de mujeres, ¿dónde está la gobernadora?”.
La noche cae, pero ellas siguen ahí. Exigen respuestas. Exigen justicia. Pero sobre todo, exigen que nunca más una mujer se sienta sola ante la violencia.