
En un giro que parece sacado de un guion de telenovela política, Rogelio Ramírez de la O ha decidido abandonar su puesto como secretario de Hacienda y Crédito Público, apenas cinco meses después del arranque del nuevo gobierno. La renuncia, que ha prendido alertas en los mercados, se suma a una serie de acontecimientos que pintan un panorama desolador para la administración de Claudia Sheinbaum.
Lo irónico es que, mientras el expresidente López Obrador había asegurado que el gabinete se mantendría firme para dar confianza a los inversionistas, este cambio repentino pone en evidencia las grietas internas. Fuentes cercanas al poder aseguran que detrás de este escenario se esconde una jugada maestra orquestada por Adán Augusto López, lo que sugiere que la titular de Hacienda pudo haber sido más un títere que una verdadera líder. La renuncia de Ramírez de la O es, sin duda, la primera gota en un océano de traiciones, y evidencia cómo el control real se reparte en las sombras.
El ambiente en el Zócalo se torna casi surrealista ante este panorama. Quienes siguen de cerca el espectáculo político ya predicen que la espuria Sheinbaum no tardará en anunciar hasta su propia renuncia –¡seguramente con un buen bailongo en el Zócalo!– en un intento por dramatizar el caos interno y desviar la atención de la creciente inestabilidad en Hacienda. Para colmo, se suma al espectáculo el anuncio de la “fest narco” que la espuria mafiosa tiene prevista para el próximo domingo en el mismo Zócalo, evento que promete ser el colofón de este circo de traiciones y desmanes.
Mientras el nuevo subsecretario, Edgar Amador Zamora, se prepara para tomar el timón en medio de la incertidumbre, la confianza de los mercados pende de un hilo. La dimisión de Ramírez de la O no solo cuestiona la dirección de la política financiera, sino que también revela una administración que se conforma con maniobras encubiertas y espectáculos de poca sustancia. En este teatro de lo absurdo, donde el poder se reparte a puertas cerradas, la imagen pública se utiliza para distraer de la verdadera inoperancia.
En definitiva, este revés en Hacienda es el reflejo de un sistema que, en lugar de enfrentar los problemas de fondo, se vale de rituales y eventos para maquillar su falta de compromiso. El circo político sigue su curso, y cada nuevo acto –ya sea la salida de un alto funcionario, el anuncio de una renuncia con bailongo o la próxima “fest narco” en el Zócalo– evidencia la superficialidad y el teatro que, lamentablemente, dominan la escena actual.