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ESPECIAL

Y entonces, ya presidenta de la República, con esa voz calmada y firme, Claudia Sheinbaum Pardo comenzó a delinear lo que será su gobierno. Sí, más allá del ‘segundo piso de la cuarta transformación’ que ya todos corean, dejó claro que su gestión se resumirá en dos grandes promesas. Dos mensajes claves: primero, los programas sociales que tanto han beneficiado al pueblo seguirán y se ampliarán. Segundo, tranquilidad, calma, paz… para los mercados, para el sector privado, para la inversión extranjera. Todos tendrán certeza de que México es tierra de oportunidades.”

Es el discurso-copia del discurso de Andrés Manuel López Obrador, su creador, con la promesa de justicia social, la prioridad de los pobres, la transformación, la democracia son diálogo con la oposición y la disidencia, y a lisonja al que releva en la Presidencia.


 

Primero, el reconocimiento al pasado. Un extenso tributo a Andrés Manuel López Obrador, su mentor, su guía. El elogio era inevitable, era necesario. La presidenta de México habló de la continuidad de sus principios, de la lucha que encarna y de la reivindicación de esos postulados que trazaron el camino. Pero luego, tras ese largo prefacio, Claudia Sheinbaum asumió compromisos. Sí, frente a la nación, frente a los suyos, habló de cada uno de los ejes que guiarán a su gobierno.

Las libertades, las garantías. No podía faltar ese punto. “Habrá libertad”, sentenció. Libertad de expresión, de prensa, de movilización. Libertades económicas, políticas, sociales, culturales y sí, hasta sexuales. No, no habrá dictadura. ‘Cualquiera que diga que habrá autoritarismo, está mintiendo’, afirmó con la serenidad de quien sabe que las críticas llegarán.

Política exterior de paz. Con un tono conciliador, ratificó los principios que han guiado al país: la no intervención y la solución pacífica de los conflictos. Eso no cambiará.

El mensaje a la economía, claro y preciso. Mantener la autonomía del Banco de México, ejecutar una política fiscal sensata, incentivar la inversión privada, y por supuesto, pública. Ofreció calma, sí, calma y seguridad a los inversores nacionales y extranjeros. Todo sigue en su cauce.

Nada de sorpresas en el precio de la gasolina. Ni diésel, ni gas, ni electricidad subirán. Aseguró que los precios de la canasta básica se mantendrán controlados, siempre en acuerdo con los empresarios.

Y mientras las palabras fluían, los ojos de la nación seguían cada gesto, cada pausa. El compromiso de fortalecer la relación con América Latina, con el Caribe, con Estados Unidos y Canadá bajo el T-MEC. Pero también, el deseo de que México sea un jugador global, aliado de otras economías del mundo.

¿El salario mínimo? Pues claro, lo prometió. Dos canastas básicas, ese será el objetivo. La presidenta lo dejó claro. Sin rodeos.

El Poder Judicial también estuvo en la mira. Sí, defendió la necesidad de una reforma, habló de elegir juzgadores que verdaderamente representen a la gente. Y ahí, una referencia histórica: ‘Si quisiéramos controlar al Poder Judicial, hubiéramos hecho lo que Zedillo en su mandato’, dijo. Un dardo sutil. Un golpe preciso. Mencionó a Felipe Calderón también, pero solo para contrastar: ‘Buscaremos paz y seguridad, pero no bajo la guerra contra el narco que él promovió’.

Los programas de Bienestar, intocables. Siguen, pero con un agregado: una pensión universal para mujeres mayores de 60 años, y una beca para cada niño que asista a una escuela pública. Sí, empezando por los de secundaria en 2025.

Y luego, el gran plan de infraestructura. Tren México-Pachuca, tren México-Nuevo Laredo, tren Veracruz, y ¡Puerto Progreso al Tren Maya! La visión de un país interconectado, en marcha.

Energías limpias, el campo, el agua. Todo entró en su visión. Prometió impulsar energías renovables, mantener el apoyo al campo y, cómo no, un acuerdo nacional por la sustentabilidad hídrica. Porque, claro, un país sin agua, no avanza.

El tema de seguridad, central. La Guardia Nacional, su reforma y el compromiso de reducir los homicidios con un trabajo coordinado con los estados, municipios y la Fiscalía General de la República. Aquí, no se anduvo con rodeos.

Con la seguridad, que fue el Talón de Aquiles de López Obrador, más de lo mismo. Dice que en cuatro ejes se cimenta el proyecto para recuperar la paz: atender las causas, implementar la inteligencia para desmantelar a las estructuras criminales, fortalecer la Guardia Nacional y coordinación con la Fiscalía General de la República, fiscalías estatales y policías municipales y estatales.

Su concepto de Guardia Nacional es algo irreal. Se empeña en afirmar que la Guardia Nacional no es parte de la militarización de México.

“Quien crea que la Guardia Nacional, estando en la Secretaría de la Defensa es militarización, está totalmente equivocado”.

Pues no. La equivocada es Sheinbaum. Los mandos de la Guardia Nacional son militares; los elementos son militares y los marinos que quedan pronto regresarán a sus funciones en la Secretaría de Marina y con la última reforma constitucional quedó adscrita a la Secretaría de la Defensa Nacional. La presidenta inició mintiendo.

Y finalmente, el tiempo de las mujeres. Sheinbaum lo dijo con orgullo. Su llegada a la Presidencia es la llegada de todas las mujeres. Y con esa voz que se tornaba más cálida, habló de las mujeres excluidas, de las menos favorecidas. ‘Con todas ellas, aquí a nuestro lado, llegan nuestros sueños más grandes’. ¡Cómo no sentirlo!

Y entonces, en un gesto de reafirmación, pidió que le llamen ‘presidenta’. Con a. Y lo pidió para todas las profesiones, todos los oficios. ‘Soy madre, abuela, científica y mujer de fe’, dijo con una convicción que se sintió en cada rincón del país. Y entonces, lo proclamó: ‘A partir de hoy, soy la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos’.

El cierre, inevitablemente emotivo. Conocimiento, fuerza, historia y vida. Todo al servicio del pueblo y la patria. ¡Viva la Cuarta Transformación! ¡Viva México! Proclamó. Y así, se lanzó la nación al porvenir bajo el mando de la primera mujer presidenta.”

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