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POR JULIÁN ANDRADE JARDÍ

(Tomado de revista Etcétera)

Rosario Ibarra recibió la medalla Belisario Domínguez y junto con ella un reconocimiento del Senado a una labor de décadas en la búsqueda de los desaparecidos políticos y entre estos, su hijo Jesús Piedra Ibarra, quien fue integrante de la Liga Comunista 23 de septiembre.


 

El peaje que pagó la activista, para cobrar relevancia en la vida pública del país fue atroz y nadie debería padecerlo, porque la desaparición forzada en uno de los delitos más abominables, por lo que no prescribe y es de lesa humanidad.

El daño es exponencial, porque nunca concluye y afecta a los familiares y amigos de quienes son succionados en cavernas oscuras y de las que sólo en pocas ocasiones vuelven a ver la luz.

Por ello, el ejemplo de Ibarra y de cientos de madres que se organizaron para buscar a sus hijos, desde mediados de los años setenta, sirvió para visibilizar problemas de orden legal y ayudó a la transformación, aunque siempre incierta y sujeta a retrocesos, de las instituciones procuradoras de justicia.

En los hechos, establecieron un alto costo a las conductas criminales que fueron desplegadas, desde el Estado, para combatir a las guerrillas y en particular a las urbanas, desde finales de los años setenta y hasta mediados de los ochenta.

Para nada resultó sencillo porque existía toda una estructura de propaganda para descalificarlas y para colocar la narrativa de que sus familiares desaparecidos en realidad eran delincuentes que tenían una larga historia de hechos atroces.

“En algo andarían”, se decía en círculos sociales como coartada, cuando en realidad se estaba fortaleciendo la cultura de la ilegalidad que, sumada a la corrupción, envenenó a todo el sistema de procuración de justicia y en particular a las corporaciones policiacas.

Esto se hizo insostenible, porque el Estado no puede castigar delitos cometiendo delitos, ya que termina por envolverse en una espiral de podredumbre que no se puede ocultar y que no es sencilla de justificar.

La trayectoria de Ibarra no está exenta de polémicas, ya que no siempre congenió con otros grupos igualmente preocupados por el daño que la represión policial causaba a la propia sociedad, pero su tesón y sobre todo su honradez la hicieron un referente de propios y extraños.

Pocas veces la decisión de entregar la medalla a suscitado tantos apoyos y esto debería servir para hacer énfasis en los riesgos que está enfrentado todo el sistema no jurisdiccional de protección a los derechos humanos.

La institución del ombudsman está en riesgo y bajo acoso. Desde que se fundó la CNDH no había sufrido una actitud tan hostil desde el poder ejecutivo.

Ahora el Senado está evaluando perfiles para designar al próximo presidente de la Comisión, es importante insistir en que mantengan su autonomía y que tomen una decisión que trascienda a los intereses de coyuntura y corto plazo.

El que los derechos humanos formen parte central de nuestra Constitución es un logro social de enorme trascendencia y que no puede estar sujeto a caprichos del momento.

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