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“El valor encara al miedo y así lo domina.” – Martin Luther King.

 

Este proceso electoral del 1 de julio nos ha dejado grandes lecciones como sociedad.


 

La primera y más grande, reconocer que, mediante la democracia, y solo en ella, es como los mexicanos podemos aspirar a lograr verdaderas transformaciones políticas, sociales y económicas sustentadas en el consenso de las mayorías, que llegado el momento reconocen o validan el actuar de nuestros gobernantes.

La segunda, observar como ciertos actores políticos –candidatos presidenciales y algunos aspirantes a la gubernatura- confirmaron que, en la derrota, la calidad política y sobre todo un principio de congruencia, obliga a levantar la frente y dar la cara a la ciudadanía y a sus militancias reconociendo estoicos, que sus resultados no les favorecen.

Esa acción por sí misma, debe ser tomada verdaderamente en cuenta, como una prenda que los ciudadanos debemos apreciar, y reconocer en todo lo que vale, pues habla bien de ellos, pero sobre todo habla mejor de sus intenciones por verdaderamente apoyar a México, a sus ciudadanos y a la paz y concordia que deberá imperar en la construcción de un nuevo escenario político nacional.

En Veracruz, el otrora poderoso PRI, ese que gobernó por 87 años la entidad, recibió el peor de los descalabros, literalmente fue borrado del mapa electoral veracruzano y no por contar con un mal candidato, sino por la horda de judas que se mantuvieron en sus filas.

Esos que se escudaron en la indiferencia, en la distancia, en el temor de que la justicia los alcanzase para una vez frente al banquillo, se les cobraran todas y cada una de sus pillerías.

Quedo confirmado, que muchos que se decían y dicen priistas vendieron sus valores y principios éticos –si es que alguna vez los tuvieron- a cambio de no perder sus acaudaladas y mal habidas fortunas, ahí los Silva, los Tarek, los del Castillo, entre otros.

Hoy compraron impunidad, pero los tiempos del “terror” aplicados en la revolución francesa, apenas habrán de comenzar, pues el ofrecimiento tentador del nuevo Robespierre, y su oferta de Comité de Salvación Pública –amnistía- será insuficiente cuando se comience a intentar perdonar a personajes innombrables, como Javier Duarte y compañía.

Pues la sociedad ávida de sangre, habrá de pedir las cabezas de quienes fueron cómplices del peor periodo de gobierno de Veracruz.

Ahora bien, mención aparte merece su digno candidato José Francisco Yunes Zorrilla, quien, como un político de gran altura, salió a reconocer que la voz popular no le favoreció con su voto, lo que estos traidores, jamás y nunca se hubieran atrevido hacer, pues su cobardía los hizo operar detrás de los reflectores y de la vista inquisidora de la sociedad.

Así, consciente de su escenario, responsable con sus principios, honesto con sus convicciones, Yunes Zorrilla dio catedra y dejó grabado un claro mensaje que quizá el electorado veracruzano deberá tomar como enseñanza.

Públicamente asumió la responsabilidad de la debacle, sabedor que su partido deberá replantear agenda, método y modelo para seguir siendo una opción y una alternativa frente a la sociedad veracruzana.

Afirmó que Veracruz –su sociedad, esa que voto para castigar y exigir sangre- debe emprender lo más pronto posible un proceso de reconciliación, pues si no hay unidad entre todos los veracruzanos difícilmente se podrán resolver los problemas de seguridad, de desigualdad y económicos, que deben trascender el tema electoral y comprenderse como de la mayor importancia en la agenda pública del estado.

Sirva esta reflexión para reconocer al político, pero sobre todo al hombre, que, con dignidad, asumió el peso de una derrota para convertirla en un gran nicho de oportunidad.

Al tiempo.

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Twitter: @LuisBaqueiro_mx

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