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Las circunstancias políticas han llegado al proceso electoral para la gubernatura del Estado y favorecen al candidato de la coalición Por un Veracruz Mejor, Pepe Yunes.

El pasado 15 de abril los Obispos de Veracruz se pronunciaron abiertamente en contra de la “pretensión de perpetuar sin mérito a las mismas familias o grupos en el poder”.


 

El pronunciamiento se interpretó como una obviedad ante el intento que hace el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares porque sea su hijo del mismo nombre quien lo suceda en el poder.

Una semana antes, el 8 de abril, a través de su Comunicado Dominical, la Arquidiócesis de Xalapa había anunciado que estaría “animando a sus feligreses” y que ofrecería capacitaciones ciudadanas para que cuidaran el sentido de su voto.

“No es ético comprar votos, ni lucrar con las necesidades más sentidas de la población vulnerable, ni vender las credenciales de elector, eso es una forma perversa de corrupción”, sentenció.

Ese mensaje se tomó también como una obviedad ante el masivo reparto de despensas por parte del Gobierno del Estado, presuntamente como parte de un programa social pero que todos interpretaron como una forma de campaña de apoyo al hijo del gobernador.

La Iglesia, pues, poderosa institución universal y guía espiritual de la mayoría de la población mexicana, no compartiría el proyecto político sucesorio oficial del Palacio de Gobierno y capacita a su grey para orientar el sentido de su voto.

Carta de AMLO generaría ruido en Veracruz

Ayer, otra pieza se movió en el tablero del ajedrez electoral, con un mismo jugador, la Iglesia, y otro nuevo, Morena y sus candidatos, que al menos en Veracruz los puede llevar a la confrontación.

El 8 de marzo anterior, el famoso padre Alejandro Solalinde acusó al obispo de la diócesis de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, de haber prohibido que diera plática y asilo a migrantes en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, del puerto, y ordenado a los sacerdotes que guardaran silencio ante las desapariciones forzadas y la actuación de la delincuencia organizada.

Generalizó entonces. Lamentó “tremendamente” la actuación de la Iglesia católica de Veracruz, especialmente porque, señaló, han hecho oídos sordos ante el dolor que viven miles de familias por seres desaparecidos o afectados por la delincuencia.

Declaró que, no obstante, seguiría haciendo su labor siempre que viniera a la entidad “porque yo no le pido permiso ni le rindo pleitesía, ni a él ni a nadie”.

El prelado aludido, Gallardo Martín del Campo, sostuvo que sí, que él le había prohibido oficiar misa en la citada parroquia “por una razón de coherencia”. “Tú quieres celebrar misa y tirarle a la Iglesia, tirarle a los obispos, que no hacen nada, eso es incoherencia”.

Un año antes, el 22 de marzo de 2017, Solalinde tuvo también una confrontación con el obispo de la diócesis de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, a quien acusó de tener conocimiento de que grupos criminales depositaban cadáveres de sus víctimas en cuevas o cavernas, así como de una supuesta relación de los sacerdotes de la diócesis con el entonces gobernador Javier Duarte y bandas delincuenciales.

Patiño Leal se defendió y negó todo, y el 26 de ese mes y año salió también en su defensa el vocero de la diócesis de Veracruz, Víctor Díaz Mendoza, quien afirmó que ni los obispos ni los sacerdotes del Estado habían sido omisos en el tema de los desaparecidos y de las fosas encontradas en la entidad.

Ayer, el candidato presidencial de Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, planteó una invitación a colaborar en su gobierno o en algún órgano autónomo al padre Solalinde como responsable de la defensa de los derechos humanos.

¡Ouch! Cuando lo dijo les agarró los dedos de la mano a los obispos de Veracruz con la puerta, pero, creo también, a Cuitláhuac García, por quien seguramente los religiosos del Estado no invitarían a votar cuando su partido apoya y piensa llevar a un cargo a quien los está combatiendo.

Me atrevo a pensar que AMLO pisó un callo sin darse cuenta porque su anuncio podría llevar a su partido a perder votos en un estado con uno de los mayores padrones electorales del país.

Así, la única baraja por la que apostarían los obispos de Veracruz, eso creo, sería por la de Pepe Yunes, un hombre de buenas maneras, educado, respetuoso y quien, hasta donde tiene información “Prosa aprisa”, ha estado tendiendo puentes de entendimiento y buena relación con la jerarquía eclesiástica desde hace ya un tiempo considerable.

Mi planteamiento es sólo una consideración que hago, pero me baso en elementos que tienen nombres y apellidos, fechas precisas y detalles que están contenidos en documentos oficiales y en los medios informativos.

Xalapa, ejemplo de lo que podría ser

El conflicto que se está dando en Xalapa entre el alcalde Hipólito Rodríguez Herrero, de Morena, y el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN, ha venido a ser otro elemento que seguramente derivará a favor del político de Perote.

Ahora mismo los xalapeños están siendo rehenes de una confrontación política partidista por un hecho menor que se hubiera resuelto con un simple diálogo, que todo indica que el gobernador no buscó, sino que aprovechó el incidente para arremeter contra la autoridad municipal, evidentemente buscando algún efecto electoral a favor de su causa.

Hace ya 14 años que Veracruz perdió la tranquilidad política, primero por la confrontación de los gobernadores priistas Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa en contra de Yunes, y ahora de Yunes contra las autoridades de Morena. El caso de Xalapa es el mejor ejemplo.

Si Andrés Manuel López Obrador gana la Presidencia dentro de 51 días, el pleito y la confrontación con los Yunes azules se va a recrudecer y Veracruz seguirá en la turbulencia política.

Como bien se apuntó, cuando AMLO estuvo en el programa Tercer Grado actuó y habló ya como si fuera Presidente electo. Incluso acaba de anunciar que enseguida del 1 de julio va a reunirse con Enrique Peña Nieto para revisar juntos el tema del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Ya no habla de si va a ganar la elección sino que empieza a actuar como nuevo Presidente.

Si ante el propio titular del Ejecutivo se comporta como si ya tuviera el poder, no creo que vaya a venir a tratar con chiquiadores al gobernador de Veracruz.

Y el veracruzano, los representantes de los sectores productivos y de la sociedad civil, claman ya porque vuelva a Veracruz la tranquilidad, que se acabe incluso la violencia política, y nuevamente aquí encaja la figura de Pepe Yunes, quien por su estilo personal buscaría la conciliación y buen entendimiento con el tabasqueño si este ganara, como todo indica que va a suceder.

Las circunstancias, pues, hacen ya lo suyo. En política lo único seguro es que no hay nada seguro y el abanderado de Por un Veracruz Mejor no sólo repunta y avanza, sino que los hechos lo favorecen, amén de que su opositor el candidato del PAN carga con todos los negativos de su padre el gobernador, y el enojo de toda la burocracia estatal incluidos policías y personal de Seguridad Público, un grupo considerable, con la administración estatal, hace que apuesten por su persona.

Cuitláhuac está confiado al efecto AMLO

Otro elemento adicional que lo puede ayudar es que, como lo han estado criticando en las redes sociales, Cuitláhuac está confiando su triunfo sólo al efecto López Obrador y no se ha empleado a fondo en su campaña, como lo demuestran las fotos de sus actividades donde se observa sólo con unos cuantos, en pocos lugares, y únicamente se ve que tiene gente pero cuando acompaña al tabasqueño en sus actos.

A siete semanas y media de que concluyan las campañas y vayamos a las urnas, parece que los vientos han cambiado de dirección y cabría esperar sorpresas.

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