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ESPECIAL

En la política, las traiciones suelen cobrarse rápido. El Partido Acción Nacional (PAN), en una decisión drástica y anunciada, ha expulsado de sus filas a Miguel Ángel Yunes Márquez y a su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, luego de que su voto inclinara la balanza a favor de la controvertida reforma judicial impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La noticia resonó con fuerza. Los Yunes, hasta hace poco figuras prominentes dentro del PAN, se convirtieron en protagonistas de una trama que parecía sacada de un viejo guion de la política mexicana, donde las lealtades se tuercen y los principios se acomodan según las conveniencias. El líder nacional del PAN, Marko Cortés, había sido claro desde el principio: “Cualquier panista que apoye esta reforma será expulsado”. Y así fue.


 

La reforma judicial, que modifica profundamente la estructura y funcionamiento del Poder Judicial, requería una mayoría calificada en el Senado. Morena, el partido en el poder, contaba con casi todos los votos necesarios, pero faltaba uno. Fue entonces que la familia Yunes, conocida por sus habilidades políticas para navegar entre las corrientes del poder, hizo su jugada.

El lunes 9 de septiembre, Yunes Márquez dejó de responder a las llamadas de su partido. No acudió a la reunión previa a la discusión de la reforma. El silencio era más que un síntoma, era una señal de lo que vendría. Al día siguiente, en un movimiento que pareció calculado, pidió licencia por razones médicas, dejando su lugar a su padre, Miguel Ángel Yunes Linares. Fue recibido entre aplausos por los senadores de Morena, mientras desde las filas del PAN comenzaron a sonar los gritos de traición.

Con la reincorporación de Yunes Márquez al Senado, el desenlace estaba claro. Su voto a favor de la reforma judicial fue la chispa que incendió la relación con su partido. “En la decisión más difícil de mi vida, he decidido votar a favor”, dijo, en un discurso que buscaba suavizar lo que muchos ya consideraban una traición consumada. “México no se va a destruir si se aprueba ni va a cambiar en automático el sistema de justicia… No estoy dispuesto a restringir mi libertad por amenazas”, puntualizó.

Pero para el PAN, no había explicaciones suficientes. En una sesión permanente convocada de urgencia el 11 de septiembre, el partido expulsó a los Yunes de sus filas. No fue solo una decisión simbólica. El mensaje era claro: el PAN no toleraría disidencias en un momento clave para la oposición. Además, Natividad Díaz, diputada local en Oaxaca que también votó a favor de la reforma, corrió la misma suerte.

La expulsión de los Yunes no fue la única respuesta del PAN. Con la misma contundencia, anunciaron que impugnarán la reforma ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Argumentan que el proceso legislativo estuvo plagado de irregularidades, como la violación de suspensiones de amparo y la falta de espacios de discusión para un análisis profundo de la reforma. En el fondo, sin embargo, late el golpe emocional que representa la pérdida de figuras claves como los Yunes.

La familia Yunes, originaria de Veracruz, ha sido durante décadas una de las más influyentes en la política local y nacional. Pero su habilidad para transitar entre diferentes partidos y alianzas, que tantas veces les había dado ventaja, esta vez los dejó sin hogar político. El futuro de los Yunes, sin embargo, sigue abierto. En los pasillos del Senado ya se comenta que pronto podrían sumarse a otra bancada, quizá la de Morena, o alguna fuerza aliada.

En la política mexicana, las traiciones no se olvidan fácilmente. Pero tampoco las lealtades suelen durar para siempre. La historia de los Yunes parece lejos de terminar.

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