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ESPECIAL

En los pasillos del Senado mexicano, el ambiente es denso. Las tensiones, palpables. Los rostros de los senadores reflejan una jornada larga y llena de incertidumbre. La reforma al Poder Judicial, una de las más controversiales del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, estaba a punto de decidirse. Faltaba un voto.

Miguel Ángel Yunes Márquez, senador del Partido Acción Nacional (PAN), había evitado hasta el último momento expresar su postura. En su lugar, la sorpresa: su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, ocupaba el escaño. Las miradas se cruzan, y el aire en la Cámara parece suspenderse por un instante.


 

Este acto no fue menor. Entre gritos de “¡Yunes, traidor!”, el bloque opositor estalló en furia. No era solo la traición al partido, sino la traición a los votantes de Veracruz, quienes habían confiado en los Yunes para representarles. Afuera, las redes sociales hervían con comentarios de indignación y sorpresa.

Pero la historia de los Yunes no empieza ni termina en ese instante. Veracruz, estado clave en el panorama electoral mexicano, ha sido el feudo de esta familia por décadas. Miguel Ángel Yunes Linares, patriarca del clan, ha navegado entre diferentes partidos y alianzas, siempre buscando la oportunidad que lo mantenga en el poder.

Nepotismo, corrupción y controversias han seguido a esta familia. En 2016, el apellido Yunes ya estaba en la mira de los medios por señalamientos de enriquecimiento ilícito y hasta pederastia, acusaciones que tanto Yunes Linares como su primo Héctor Yunes Landa han negado. Pero las manchas en la imagen de la familia nunca se borraron del todo.

Los líderes del PAN, dolidos por la traición, no pudieron esconder su desconcierto. “Sus convicciones son ligeras”, comenta Ignacio Rodríguez Reyna, analista político. El poder, para los Yunes, parece ser más importante que las alianzas o ideologías.

Al final del día, Yunes Márquez reapareció para retomar su lugar en el Senado y dar el voto decisivo. “Ni cobarde ni traidor”, defendió su postura. En su discurso, argumentó que la reforma, aunque imperfecta, ofrecía una oportunidad para mejorar el sistema judicial en el futuro.

Sin embargo, las preguntas quedan en el aire. ¿Qué se pactó tras bambalinas? ¿Qué motivó a un acérrimo crítico de López Obrador a cambiar su voto? Para algunos analistas, este episodio no es más que otro ejemplo del “pacto de impunidad” que prevalece en la política mexicana.

La historia de los Yunes continúa, entre escándalos, controversias y decisiones que parecen inclinarse más hacia la supervivencia política que hacia los ideales. El Senado aprobó la reforma, pero la sombra de ese voto seguirá presente en los días venideros. ¿Será este el principio de una nueva alianza entre los Yunes y el oficialismo? Solo el tiempo lo dirá.

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