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ESPECIAL

El ocaso del Partido de la Revolución Democrática (PRD) parece estar llegando con la fuerza de un rayo que, aunque esperado, no deja de ser devastador. El pasado 2 de junio, una jornada electoral que alguna vez habría movilizado a sus bases, se convirtió en el silencioso preludio de una despedida anunciada. El PRD no logró alcanzar la votación mínima del tres por ciento, el umbral necesario para mantener la representación plurinominal en el Congreso de la Unión. Ahora, ese partido que fue baluarte de luchas sociales y estandarte de la izquierda mexicana, se enfrenta a un proceso de liquidación inminente.

Josué Cervantes Martínez, delegado del Instituto Nacional Electoral (INE) en Veracruz, confirmó lo que muchos ya temían: “Un requisito para participar en la distribución de curules es haber obtenido al menos el tres por ciento de la votación, cosa que no tuvieron y no van a poder participar”. Las palabras resuenan con el peso de una sentencia final, no solo para las aspiraciones políticas del PRD, sino para su misma existencia.


 

En Veracruz, un estado donde el PRD alguna vez tuvo fuerza y presencia, la realidad es que no solo se quedará sin diputaciones plurinominales, sino que tampoco logró ninguna curul por mayoría relativa. La derrota es total. La historia de luchas que el PRD representaba se desvanece en la realidad de unos resultados que reflejan una desconexión profunda con el electorado que alguna vez creyó en sus ideales.

Mientras tanto, el futuro del Congreso se define en otro terreno, uno donde el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y sus aliados podrían obtener una sobrerrepresentación significativa. Sin embargo, como señaló Cervantes Martínez, será el Consejo General del INE quien determine cómo se repartirán finalmente las diputaciones, en un proceso que promete ser tan técnico como polémico.

El PRD, un partido que surgió como respuesta a las demandas de justicia social y democracia, ahora se enfrenta a su propia desaparición. El proceso de liquidación no es solo administrativo; es el cierre de un ciclo que deja preguntas sobre el futuro de la izquierda en México y la capacidad de los partidos para adaptarse a los cambios que exige el electorado. La reflexión sobre lo que significó el PRD y lo que deja en su estela es inevitable, mientras la democracia mexicana sigue buscando su camino en un paisaje político cada vez más polarizado y cambiante.

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