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ESPECIAL

Irapuato, Gto.- La noche cayó sobre el camino polvoriento de Valle de Santiago como un manto inquieto. Un Jetta avanzaba, sus faros perforaban la oscuridad en dirección a la comunidad El Perico. Cinco hombres viajaban dentro, sus voces mezclándose con el ruido del motor, pero no vieron la emboscada venir. El estruendo de las balas cortó la calma y, cuando el eco cesó, cuatro cuerpos yacían inertes dentro del auto. El quinto respiraba apenas, como un vestigio frágil de vida que desafiaba el silencio.

Así comenzó un fin de semana teñido de rojo en Guanajuato.


 

La posada truncada

En la colonia Juárez, en Irapuato, las risas resonaban en el patio de una casa modesta. Una posada se desarrollaba entre villancicos desafinados y el crujir de platos de comida. La tarde avanzaba sin prisa, hasta que el aire se cortó con el silbido seco de las balas. Hombres armados irrumpieron como sombras, derribando con violencia el frágil equilibrio de la celebración. Tres hombres y una mujer cayeron, sus vidas desparramadas en el suelo como confeti oscuro. Un niño, apenas en el umbral de la casa, recibió el impacto de un proyectil y sobrevivió, aunque marcado por el peso de la tragedia.

En el minisúper de Juventino Rosas

Más tarde, en una gasolinera al borde de la carretera Juventino Rosas-Villagrán, dos hombres salían con bolsas en mano cuando el zumbido letal de las balas los alcanzó. Dentro del minisúper, Emelia, la mujer que atendía, quedó atrapada en la tormenta de disparos. Su cuerpo cayó entre los estantes, rodeado por los productos que organizaba con esmero. Tres vidas se apagaron en un instante.

La tragedia en la velación

La noche del sábado, en la comunidad de Bocas, una familia velaba a un abuelo fallecido. En la penumbra de la calle principal, velas titilaban con el viento mientras los dolientes compartían historias y lágrimas. Sin aviso, hombres armados irrumpieron en la escena y dispararon sin reparo. Salvador, Jesús y José Álvaro, nietos del hombre que era velado, murieron al instante. Otros sobrevivieron, heridos, sus cuerpos testigos de un dolor que no tenía fin.

Un día de sangre

El sábado se cerró con un total de diez muertos en estos multihomicidios, pero no fueron las únicas víctimas. En Celaya, León, Valle de Santiago y Guanajuato capital, otras siete personas fueron asesinadas.

La violencia parecía extenderse como una sombra sin fin sobre el estado, dejando cicatrices no solo en las calles y las casas, sino también en las memorias de quienes, de un momento a otro, vieron su mundo desmoronarse.

El sol del domingo no trajo consuelo. En cada rincón donde la tragedia había hecho su aparición, quedaban los ecos de los disparos, el olor a pólvora y el llanto de quienes sobrevivieron para contar la historia.

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