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ESPECIAL

San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 20 de octubre.- El viento frío de la mañana se llevó la vida. A las calles empedradas de Cuxtitali llegó el eco de las balas que arrebataron la existencia del sacerdote Marcelo Pérez Pérez, tzotzil por origen, nacido en la humilde comunidad de Chichelalhó, en San Andrés Larráinzar. El destino le jugó una trágica partida esta mañana, cuando sicarios, montados en una motocicleta, encontraron al hombre de fe mientras conducía una sencilla camioneta blanca Nissan.

El sacerdote había salido de la misa de las 7, en la parroquia de Cuxtitali, sin más protección que su fe, y fue ahí, entre las calles de Peras y Manzanas, donde la tragedia lo alcanzó. El vehículo fue blanco de disparos certeros, quedando inmóvil, con el parabrisas perforado por los proyectiles que cegaron su vida. A los pocos minutos, curiosos y vecinos se acercaron, movidos por la confusión y el miedo, pero el final ya estaba escrito. El sacerdote yace sin signos vitales, mientras los paramédicos, con rostro adusto, confirman lo inevitable.


 

Campanas doblan, anunciando la pérdida. El eco del dolor se expande por las montañas de Chiapas. La noticia del ataque se esparce rápido, y pronto, elementos de la Policía Municipal, Guardia Nacional, el Ejército y la Policía Estatal Preventiva llegan al lugar, intentando imponer orden en un escenario que rebosa de caos y dolor. Mientras los peritos trabajan, los feligreses no pueden contener su llanto.

Hace apenas un mes, el 13 de septiembre, en una peregrinación por la paz que se llevó a cabo en Tuxtla, Marcelo Pérez había alzado la voz, denunciando que la violencia ya no se aguantaba en Chiapas. Lo dijo con la firmeza de quien sabe lo que viene. Y es que el sacerdote no era un hombre que se quedaba callado, su labor pastoral estuvo marcada por su compromiso social. Encabezó marchas, peregrinaciones, hizo de la fe un estandarte de lucha contra la violencia, el alcoholismo y la drogadicción, en Simojovel y más allá.

No era ajeno a las amenazas, incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) había solicitado medidas cautelares para protegerlo. Una vida llena de contradicciones: protegido por la CIDH, pero con una orden de aprehensión por la desaparición forzada de 21 hombres en Pantelhó. El sacerdote lo describió así: “Es contradictorio que el gobierno me proteja, pero también me quiera detener”. Un hombre cercado por la violencia, pero inquebrantable en su vocación.

Los recuerdos de su paso por Simojovel y San Pedro Chenalhó, lugares donde promovió incansablemente la paz, resurgen entre quienes lo conocieron. Su último destino: el barrio de Guadalupe, en San Cristóbal de las Casas, donde su entrega sacerdotal culminó en tragedia. La iglesia donde solía oficiar se llenará de fieles, no para escuchar su homilía, sino para velar su cuerpo.

El obispo de San Cristóbal de las Casas, Rodrigo Aguilar Martínez, compartió la triste noticia con la feligresía, anunciando que el sacerdote será velado en la iglesia de Guadalupe. Mientras tanto, las autoridades prometen justicia. La Fiscalía de Chiapas ha abierto una carpeta de investigación. La vida de Marcelo Pérez Pérez, marcada por su lucha en nombre de la paz, fue interrumpida por un acto cobarde, pero su legado quedará vivo en las montañas y comunidades que un día defendió.

Hoy, las campanas suenan, no por el llamado a misa, sino por el adiós de un hombre valiente.

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