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ESPECIAL
Ana Guevara, directora de la Conade, no es una mujer que se ande con rodeos. “Todo lo que gano me lo trago, me lo unto y me lo visto como me da mi chingada”.

En medio de una tormenta de críticas por haber viajado en clase business tras los Juegos Olímpicos de París, respondió con una dureza y el desdén inaudito, acusada de bloquear apoyos a los competidores olímpicos, de escamotear becas y menospreciar a las glorias del deporte.

Una fotografía de Guevara en un asiento de lujo, cuyo precio ronda los 160 mil pesos, circuló rápidamente en las redes, desatando una avalancha de comentarios. No es la primera vez que se encuentra en el ojo del huracán, pero esta vez, su respuesta fue tan contundente como los golpes que solía dar en la pista de atletismo.

En una conferencia de prensa, Guevara aclaró que el costo del vuelo lo cubrió ella misma, sin cargar un solo peso al erario. Desafiante, invitó a quienes dudan de sus palabras a revisar la transparencia de los gastos, asegurando que su vuelo no fue a costa del pueblo mexicano.

La justificación fue tan pragmática como su carácter. Explicó que debido a una dolencia en la espalda, su médico le recomendó volar en clase ejecutiva en trayectos largos. Pero no se detuvo ahí. Aseguró que su declaración patrimonial está disponible para cualquiera que quiera revisarla, y subrayó que todo lo que posee es fruto de su trabajo. “No tengo marido, ni marida, ni concubino, ni nadie que me exija en qué gasto”, remató, en un tono que no deja espacio para la duda ni la discusión.

En el México de hoy, donde las figuras públicas son escrutadas hasta el último detalle, Ana Guevara se mantiene firme, mostrando que aún en la arena política, conserva algo de la fuerza y la resistencia que la llevaron a la cima del deporte mundial. Su mensaje es claro: puede que no guste a todos, pero vive bajo sus propias reglas, sin pedir perdón ni permiso.

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