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París, la ciudad del amor y de las luces, se reinventó una vez más al dar inicio a los Juegos Olímpicos de Verano con una ceremonia que fue nada menos que una odisea flotante en el río Sena. La noche del 26 de julio de 2024, París abrió sus brazos para recibir a deportistas de todo el mundo en un evento marcado por la audacia y la extravagancia, rompiendo con las convenciones de inauguraciones pasadas.

En un gesto que recuerda su pasado revolucionario, París se arriesgó y triunfó con una ceremonia que desbordó creatividad y simbolismo. Desde el amanecer, la ciudad enfrentó un desafío inesperado: un sabotaje a la red ferroviaria de alta velocidad que amenazó con enturbiar el inicio de los Juegos. Sin embargo, el espíritu parisino prevaleció y, puntualmente a las 7:30 de la noche, la ciudad resplandeció.

La expectación era palpable mientras más de 6,000 atletas de todo el mundo desfilaban sobre las aguas del Sena, protegidos de la lluvia intermitente bajo paraguas y ponchos. Este desfile acuático fue una declaración de resistencia y belleza, un tributo a la tenacidad de París.


 

Euforia Bajo la Lluvia

LeBron James, icono del baloncesto estadounidense, resumió el sentimiento colectivo al declarar: “La lluvia no podrá pararnos”. Cubierto con un poncho, junto a la tenista Coco Gauff, James simbolizó la fortaleza de los atletas frente a la adversidad.

La ceremonia, la primera fuera de un estadio, contó con la presencia de dignatarios y líderes mundiales. Desde las orillas del Sena y los balcones, miles de espectadores fueron testigos de una exhibición sin precedentes.

Lady Gaga, con su inconfundible estilo cabaret, brilló desde una escalera dorada en una actuación pregrabada que dejó a todos sin aliento. La estrella del fútbol Zinedine Zidane apareció en un video llevando el fuego olímpico en el metro de París, mientras Aya Nakamura, la cantante más escuchada de Francia, emergió entre fuegos artificiales para interpretar su éxito “Djadja”.

Entre la Ópera y el Rock

La banda Gojira ofreció una actuación que fusionó ópera y rock pesado, con una impactante entrada que recreaba la decapitación de María Antonieta. Suspendidos de un edificio, rindieron homenaje a la Revolución Francesa y a Los Miserables, capturando la esencia dramática de la historia parisina.

Desafíos y Seguridad

No todo fue espectáculo y glamour. Una serie de ataques vandálicos a la red de trenes de alta velocidad mantuvo en vilo a las autoridades, que desplegaron 45,000 agentes y 10,000 soldados para garantizar la seguridad. El cielo de París estuvo bajo la estricta vigilancia de aviones caza, drones y helicópteros con francotiradores, mientras una multitud de 300,000 personas se congregaba para presenciar el evento.

Para algunos, la ceremonia fue un sueño hecho realidad. Daniela Rodríguez, una joven mexicana que había llegado a París años atrás, volvió junto a sus padres para vivir la experiencia olímpica. “Le toqué la mano a Macron. Unas semanas después les dieron los Juegos Olímpicos. Y ese día dije, ‘esta es una señal’”, contó Rodríguez emocionada.

Libertad, Igualdad, Fraternidad

El lema nacional de Francia fue el eje de la ceremonia, diseñada por Thomas Jolly y con la participación de 3,500 artistas. El desfile de atletas comenzó en el puente Austerlitz y recorrió seis kilómetros de río, pasando por sitios emblemáticos como el Parque Urbano de La Concordia y Los Inválidos, hasta culminar en la Plaza del Trocadero.

La primera delegación en aparecer fue la de Grecia, seguidos por el equipo de refugiados y el resto de las naciones. París no construyó un parque olímpico; en su lugar, transformó cada rincón icónico en un escenario deportivo.

¿Quién encendería el pebetero? Se especuló con figuras como Zinedine Zidane y sobrevivientes de los atentados del 2015. Mientras tanto, líderes como Emmanuel Macron, Jill Biden y otros dignatarios se unieron a la celebración.

París, a pesar de la lluvia y las amenazas, logró convertir la inauguración de los Juegos Olímpicos en una gala inolvidable, una verdadera oda a su historia, su resiliencia y su espíritu indomable. Empapados hasta los tobillos, los espectadores no pudieron más que rendirse ante la magia de la ciudad, donde incluso el clima parecía parte de una gran obra de teatro.

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