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“Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo.” – William Blade.

Las tragedias políticas han quedado registradas desde los anales de la historia, es Hegel quizá el mejor filósofo para su análisis y la “Antígona de Sófocles” una de sus tragedias favoritas.

En el caso de Antígona, lo importante para Hegel era que cada uno de los dos protagonistas encama un principio ético: Creonte defendía la perspectiva de la cosa pública y del gobierno que tiene que castigar a los traidores, mientras Antígona seguía la ley de la sangre, a la vez un deber religioso, el de la fidelidad a los tuyos y a los dioses.


 

Lo importante para Hegel era que, en este estadio de la conciencia, ninguna de las dos partes era consciente de su carácter unilateral, pues cada una de ellas se identificaba con un aspecto de la ley, sin poder reconocer que se trataba de un aspecto tan solo, no de la perspectiva universal (algo, por otra parte, inevitable en este estadio de civilización).

Así pues, quizá tenemos en Hegel al mejor exponente del tema de las “tragedias políticas”, por lo que, con base en ello, habremos de analizar una que se está presentando en Veracruz.

La tragedia política de Rogelio Franco Castán es la muestra evidente de que cuando se confía de más en una sola persona, la posibilidad de equivocarse se eleva exponencialmente.

Recluido en la prisión de Amatlán de Los Reyes, Veracruz, alejado de la política activa, tras ser acusado de violencia intrafamiliar por su ex pareja, Franco Castán purga los yerros de sus malas decisiones.

Enfrentado con sus antiguos correligionarios a quienes sin elementos acusa de traicionarlo, ve pasar sus días alimentando un sentimiento de odio y venganza que en nada ayuda a despejar la mente.

Tras el anuncio de la Cámara de Diputados de convocar y llamar a su suplente para ocupar su curul, Rogelio Franco se lamenta de lo que él piensa fueron traiciones por las que se mantiene preso, cuando en el fondo, fueron sus malas decisiones las que le mantienen encerrado acumulando carpetas de investigación.

Así enfrentado con su Dirigente Estatal, Sergio Cadena Martínez, a quien ha señalado de haber pactado su detención –cosa que los que conocen la entraña del conflicto niegan rotundamente-, sin observar que el personaje, buscó, luchó e intentó por todos los medios posibles liberarlo, mantiene un distanciamiento absurdo, que en nada le beneficia, por el contrario, lo aleja más de mantener una cohesión partidaria tan necesaria en estos momentos.

Distanciado de su mejor amigo y suplente, Jesús Velázquez Flores, por confeccionar supuestas teorías conspirativas en su mente, Franco Castán rompe con el perredismo veracruzano, al crear falsos molinos de viento, a quienes ve como enemigos, donde no los hay.

Una amistad de toda una vida, simplemente borrada sin mayor prueba de nada, con base en escuchar el canto de las sirenas, es verdaderamente absurdo.

Su intención de anunciar su renuncia a Nueva Izquierda, tras 20 años de militar en esa corriente perredista, la que encabeza su amigo Jesús Ortega, lo alejan de toda posibilidad de seguir usufructuando la versión de ser un “preso político” cuando lo que debiera estar observando y combatiendo es el salir de prisión, quizá sin tanto efecto mediático, sin tanta queja, que es la que provoca el encono de quien hoy detenta el poder y si con más inteligencia jurídica, esa que se requiere para atajar problemáticas como la que enfrenta.

Sabedores de que su verdadero enemigo político le prepara nuevas carpetas de investigación a las tres que ya le tiene abiertas.

Confrontado con su propio hermano Balfred Martín, a quien achaca haberse aliado a los que él cree lo traicionaron, Rogelio Franco confirma que el encierro sin provecho es mal consejero.

La urgente necesidad de serenarse es lo que apremia y necesita encontrar el talentoso político de izquierda, pues pareciera que su intención es quedarse sin su capital político, algo que ningún político sensato ejecutaría, pues sería lo mismo que darse un balazo en un pie.

Sabemos de la calidad y capacidad de resiliencia política de Franco Castán, quien debiera cuestionarse más bien ¿dónde están sus amigos del clan Yunes de Boca del Río, que sólo han estado prestos a salir en la foto, pero hasta ahí, porque al menos hasta donde se sabe, no han puesto un peso partido por la mitad para ayudar al político en desgracia?

De igual modo, deberá pensar en el hecho de que no es posible que todos tus aliados y seguidores estén mal y él simplemente esté bien, algo simplemente en la ecuación no cuadra.

Llegó el momento de pensar realmente ¿Quién es el peor enemigo de Rogelio Franco? Y no vaya hacer que la respuesta la tenga frente al espejo.

Al tiempo.

 

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Twitter: @LuisBaqueiro_mx

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