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En plena Semana Santa y apenas 24 horas antes del Sábado de Gloria iniciarán las campañas electorales federales en el país.

Así, el pueblo católico mexicano verá invadida su liturgia por el palabrerío de miles de candidatos, sin que haya forma de evitarlo.


 

Quiso la circunstancia que los tiempos legales se acomodaran dentro de la llamada Semana Mayor a partir del Viernes Santo.

Los mismos candidatos presidenciales han adelantado que apenas den las cero horas del viernes 30 cuando iniciarán su bla bla bla.

Me pregunto si por iniciativa propia ninguno ha pensado en correr unas horas su arranque por respeto a los creyentes.

Me planteo si acaso quien decidiera hacerlo no ganaría simpatía entre los millones de fieles católicos, que se traduciría en votos.

El domingo 1 de abril se antoja una fecha ideal para iniciar. ¿Retrasar dos días el arranque determinará el resultaldo de la elección?

Pero los políticos y sus estrategas se las gastan aparte y se puede esperar todo de ellos.

Con esta semana termina marzo; ha iniciado la primavera y con el nuevo mes, el domingo próximo, inicia el horario de verano.

Como si no fuera pesada la carga del desfase que significa alterar el horario que  regirá nuestra vida diaria, encima nos caen las campañas.

El pasado 19 de marzo, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitió el mensaje de los obispos del país con motivo del proceso electoral.

Lo tituló “Participar para transformar” y lo suscriben el cardenal José Francisco Robles Ortega y monseñor Alfonso Miranda Guardiola, presidente y secretario general, respectivamente de la CEM.

A diferencia de los mensajes con motivo de otros procesos electorales, el de este año me parece más breve y concreto.

La cúpula religiosa del país alude al escenario que se vive, “cuando los valores fundamentales palidecen”.

Por eso recomienda a su feligresía hacer un esfuerzo de discernimiento crítico que les permita optar en conciencia por quienes puedan realizar, en lo posible, el auténtico bien común.

En esa línea, entre otras cosas, los obispos exhortan a “elegir a las personas”. Sin decirlo, están optando por el llamado voto diferenciado, esto es, no hacerlo por los candidatos de un solo partido.

“… en todos los partidos podemos encontrar personas más o menos comprometidas con el bien común. Por ello, es necesario discernir por quién votar. Lo prudente y responsable es buscar para cada puesto de elección popular a la persona más idónea y no dejarnos manipular para que votemos en bloque por un solo tipo de propuesta, de manera irreflexiva y mucho menos bajo alguna modalidad de compra de voto. Entre más libertad exista al momento de elegir, más capacidad tendremos al momento de exigir”.

Esta postura, me parece, adecua a la Iglesia a la nueva realidad que vive el país, a su pluralidad, con un sentido práctico porque los políticos de hoy no profesan ya ninguna ideología y sólo los mueve el interés personal o de grupo, para ver dónde pueden obtener más, y de ahí que sin ningún pudor ni principio brinquen de un partido a otro.

(A propósito, el fin de la semana pasada un prominente político me dijo sobre quienes han dejado sus partidos para brincarse al yunismo azul y complacer al gobernador y su proyecto: tú bien sabes que los utiliza, les paga, sí, pero en el fondo los desprecia porque sabe que son traidores y nunca va a confiar en ellos. Me acordé de los diputados del PRI que se fueron a la bancada del PAN y que hoy están arrepentidos, según es un secreto a voces en el Congreso local.)

Coincido con la posición de los obispos. Se me ocurren tres ejemplos que confirman lo que dicen. Ricardo Ahued sigue garantizando una buena representación popular en el Senado aunque se haya ido del PRI a Morena, como Pepe Yunes también reúne las mejores cualidades para ser un buen gobernador pese a su partido, el tricolor; y Cinthya Lobato Calderón hubiera representado con mucha dignidad a los veracruzanos pero su partido el PAN la ignoró y en cambio propuso mucha masquiña (nada me extrañaría que cualquier día esta valiosa mujer anunciara que deja el panismo, como Margarita Zavala lo abandonó por el mal trato que le daban).

Los viejos tiempos cuando el PRI ganaba “de todas todas” y obtenía “carro completo” pasaron a la historia hace mucho, aunque haya intentos de revivirlos pero ahora en otro partido y con otro color, lo que los veracruzanos no debemos permitir por ningún motivo, porque no es bueno para la salud pública.

Votemos por los más idóneos, en los partidos en los que estén, y hagamos conciencia para que se rechace la compra del voto.

El obispado mexicano exhorta a participar y, algo que me parece destacable, señala la necesidad de generar una opinión cívica crítica, “pues en el ejercicio ordinario de los funcionarios, nuestro voto exige el sano control sobre nuestros políticos: en su remuneración y gratificaciones, en los gastos de partidos y publicidad, en los proyectos y obras públicas, en el control de la corrupción, la ilegalidad y la eliminación de arbitrariedades”.

Es interesante cuando propone buscar el “bien posible” y evitar a toda costa elegir con base al “mal menor”.

Lo razona con base en la enseñanza de la Iglesia: el mal moral no puede ser elegido nunca, ni como fin ni como medio. Afirma que el principio del “mal menor” sólo aplica cuando los males en juego son de orden físico. Nada más.

“En contextos complejos e imperfectos, lo que debe imperar es la búsqueda del ‘bien posible’ que aunque sea modesto, todos estamos obligados a procurar. En un proceso electoral como el que tendremos, esto significa que la conciencia cristiana debe discernir cual de las opciones puede generar un poco más de bien, tomando en cuenta la complejidad de las circunstancias”.

Recuerdan los obispos que sólo la presencia participativa, de manera constante y solidaria en la vida de nuestro país, destierra gradualmente la violencia, la corrupción, la impunidad y el compadrazgo.

Llaman a los católicos a trabajar “comprometidamente por un México más próspero y pacífico, más solidario y participativo, más atento al rostro de los más pobres y menos cómplice de quienes los olvidan, los manipulan o los marginan”.

Nos colocamos ya a menos de cien días de ir a las urnas. Creo que no se debe echar en saco roto el mensaje de los obispos.

La Conferencia del Episcopado Mexicano está cumpliendo con una importante labor orientadora. Todos los mexicanos, desde el respectivo ámbito de nuestro quehacer, debemos hacerlo también.

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